Las CRONOlogías Parte 1 de 20 "Tantos escalones llevan al Obispado
Las CRONOlogías Parte 1 de 20 "Tantos escalones llevan al Obispado
Nota antes de empezar a leer:
Contrario a mi casi permanente hábito de no usar lenguaje soez en internet, éste texto contiene alguna palabra malsonante, es estrictamente necesaria para retratar un evento real.
"Tantos escalones llevan al Obispado"
Las CRONOlogías
La memoria de 15 años de CRONOS Tiempo de Todo!
por Aldo Rodrigo Sánchez Tovar
1
"No era la mejor de las épocas. No era la peor de las épocas. Era la más aburrida de las épocas."
El Germen
Mike Resnick
Música recomendable: Seguramente el lector de este texto podría buscar en YouTube el soundtrack del Album The Last Starfighter de Craig Safan.
Tras leer este texto valdría la pena ver la cinta Krull de Peter Yates.
Avanzaban bajo un sol inclemente no obstante el aroma fresco de la mañana.
Quien los viera caminando por la empinada cuesta sólo distinguiría a un par de muchachos cargado cajas de cartón. Posiblemente dos mensajeros mal pagados.
Al llegar al primer peldaño de una amplia escalinata que remataba la calle, el rostro del más bajo mostraba desconsuelo pero casi al mismo tiempo un súbito relámpago de memorias le atravesó.
-Hace casi diez años que estuve aquí- Comentó Aldo sofocado.
El Herrero no colaboró con la frase, guardaría el acostumbrado silencio para que su compañero explicara su presencia anterior en ése lugar. Por supuesto que su nombre no era Herrero. Se llamaba Edgar y la gente le conocía como el Herrero porque hacía espadas y dagas.
-A unos pasos de aquí estaba el CEDART, hace muchos años, mis amigos Felipe Villarreal, Pepe Barragán y yo, estuvimos colaborando con una obra de teatro.-
Las negras cejas se desplomaron pesadamente casi ocultando los ojos del que hablaba.
-Rosalinda...-
Una leve sonrisa se dibujó en su rostro mientras dejaba caer la cara hacia el frente.
-Fue un año antes de casarme, acababa de regresar de Cancún y Felipe me contactó para ver si podíamos hacer algún trabajo en común, como en la escuela habíamos estado muy influenciados por nuestros maestros con ondas de teatro y obras musicales, era una buena idea, yo invité a Pepe a mi vez porque traía el teatro en la sangre, su mamá era la mejor actriz regiomontana y su padre había apoyado enormemente la producción teatral. Era un buen pretexto para despejarme de mi decepción amorosa más reciente.
Desafortunadamente allí entre la gente que estaba estudiando con Felipe, estaba una niña con la que empecé a salir aún antes de superar mi desengaño.
Era una chica muy linda, pero la lastimé innecesariamente, porque no tomé la relación tan en serio como ella.-
Culpa, tristeza y evocación flotaban como una leve fosforescencia en su mirada. Pero el flujo de recuerdos no terminaba allí, lo inevitable era que ése recuerdo encadenaba directamente con lo que allí hacían.
-Acababa de terminar con Rosalinda cuando apareció de nuevo Raquel. Raquel había sido mi primera novia, pero había sido muy posesiva y chantajista, tan pronto quería llamar la atención y hacía el teatro completo del suicidio y eso me asustó. Ya bastante había vivido esas situaciones en casa.
Un día acababa de terminar de hablar con Rosalinda por teléfono, molesto porque se negaba a dejar que la relación terminara y ¡zas! sonó el teléfono de nuevo. Contesté molesto diciendo alterado que ya era suficiente de llamadas, cuando una voz y un timbre de otro tiempo llenaron el auricular. Raquel me dijo que quería que nos viésemos. En la cuadra donde nos hicimos novios, a metros del Diario de Monterrey.
Esa noche cuando la vi bañada por una luna esplendorosa, algo que había quedado pendiente al paso de los años, mi soledad y mi frustración por no encontrar a mi otra mitad, pareció solidificar en un único beso, un reencuentro que traería terribles consecuencias para ambos.-
Aldo volvió a cerrar los ojos. El Herrero le volvió a mirar con la expresión neutra, tal vez quería saber más, tal vez le importaba un demonio lo que le contaba su amigo. Aldo tenía 26 años, el Herrero escasamente 20. Se habían conocido en una casa de comics llamada Camelot meses atrás. Un mutuo gusto por las historietas, el cine y los temas de fantasía les había hecho coincidir en tiempo y espacio. Pero en pocos meses la amistad se había estrechado. El Herrero estudiaba psicología en la U.A.N.L.
Quizás por ello escuchaba más que hablar, quizás siempre había sido su temperamento.
-Bueno... si seguimos hablando, se van a deshacer las figuras. Vamos a terminar de una vez con esto.-
Aldo hacía figuras de plastilina desde que tenía memoria. Cuando se encontró con el Herrero y Alfredo Silva en Camelot, estaba comenzando el proceso legal de su divorcio y pasaba temporadas enteras abstraído en una depresión que se canalizaba mejor cuando estaba en compañía de sus amigos. Edgar martillaba metales para hacer espadas, Alfredo dibujaba y hacía trabajos de aerografía, además de que realizaba figuras de plastilina también. Por si fuera poco, era el Disc Jockey oficial de sus encuentros y llevaba discos de acetato donde igual escuchaban la banda sonora de Flash Gordon, que la de la cinta Heavy Metal. Para alegría de Aldo que gustaba de escuchar música mientras trabajaba y para que el Herrero pudiese ejecutar su acto de odio a la música. Una de las firmas características del Herrero era criticar la música y la literatura aunque en realidad disfrutaba y se nutría de ellas enormemente, probablemente pensaba que difundir la idea contraria contribuía a su imagen de "tipo duro". Otra característica de él pero muy tangible, era su costumbre de no tomar lápices con la mano. Argumentaba que la madera de los lápices despedía cierto olor desagradable que impregnaba las manos.
Los escalones parecían no acabar y el sol hacía brillar de transpiración los brazos de ambos caminantes.
-¿Crees que hayan puesto estos escalones pensando en que nadie pueda llegar intacto a las citas con funcionarios intacto?- Preguntó Aldo entre jadeos.
El Herrero visiblemente sofocado respondió -Pusieron estos escalones porque les sobraron de las casas de alrededor-
El ascenso se antojaba interminable cuando por fin vieron la cima real y no otra andanada de peldaños.
Oteando en medio del aire inmóvil por la estrechez de la cuesta, las viejas casonas y el calor que parecía aplastar sus hombros, descubrieron una construcción antigua con evidente remodelaciones mucho más recientes.
-Consejo de Cultura- Aldo musitó mientras consultaba un arrugado papel con algún galimatías garabateado de prisa con tinta que se había hecho pegajosa con el calor.
Días atrás, la Señora Rosa, mamá de Jerry, un viejo amigo de Aldo, le había sugerido visitar a la autoridad para presentar su proyecto de ofrecer sus clases de modelado en plastilina y dibujo con la finalidad de aumentar las capacidades artísticas de niños y jóvenes y como medio para separarles del ocio y la consiguiente tentación de las adicciones.
Tras llamar por teléfono pidiendo una cita, le habían proporcionado una dirección para presentarse por la mañana con la Licenciada Alejandra Rangel.
Antes de entrar a las oficinas, ambos amigos se detuvieron a desempolvarse y tratar de corregir un poco su aspecto sudoroso y jadeante. Esto más bien resultaba cómico ya que ni el Herrero ni Aldo se caracterizaban por su garbo. Una recepcionista les instruyó para que subiesen unas antiguas escaleras de madera y perdidos entre vigas antiguas que atravesaban recientes paredes tabla roca que contrastaban con los gruesos muros de laja de piedra barnizada. En el recorrido, se cruzaron con jóvenes bien vestidos que llevaban cajas febrilmente pero que no daban apariencia alguna de estar ocupados en terminar con pulcritud ni velocidad su labor.
En una puerta de madera que recordaba más bien la entrada de la habitación de una abuela enferma, se detuvieron. Una joven les instruyó que esperasen hasta que se les conminara a pasar.
Aldo repasó mentalmente el discurso que pronunciaría ante la Funcionaria que seguramente debería ser una persona de mucho mundo ya que era la directora de la institución más alta de cultura en el Estado. El Herrero por su parte miraba en cualquier dirección con una indiferencia que nacía ya fuera por su desprecio hacia toda forma de autoridad y ceremonias, ó a algún mecanismo de defensa que le hacía moderar sus focos de interés en circunstancias que se le antojasen adversas.
Se escuchó el permiso de pasar y ambos cobraron movimiento. En una habitación comprimida por reconocimientos y la apariencia de que todavía ocurría alguna mudanza, estaba la Licenciada Rangel detrás de un amplio escritorio.
-Buenos días ¿Que podemos hacer por ustedes?- dijo sin ocultar la desgana que debe provocar el esperar a artistas citados y recibir en su lugar a dos sudorosos cargadores.
-Ambos amigos en coro devolvieron los buenos días y comenzaron a abrir las cajas que llevaban mientras Aldo desplegaba unos papeles en el escritorio de la funcionaria.
-Verá Licenciada, llevo toda la vida realizando estas figuras en plastilina, mi amigo Edgar por su parte realiza armas de ornato en miniatura y a tamaño real, pero de forma tradicional, martillando metales. Tenemos también a Alfredo y a Edsson, amigos, que dibujan arte fantástico. Queremos ver de que manera nos puede ayudar "Cultura del Estado" para tener espacios de exhibición, venta ó enseñanza de estas disciplinas.-
Mientras hablaba iba acercando recortes amarillentos de artículos periodísticos, así como diminutas espadas que incluían pequeñas fundas de cuero y pedrería. Al final mostró unas pequeñas esculturas que representaban a una mujer completamente blanca sentada en un trono de huesos y que sostenía en sus manos una espada metálica en miniatura.
La licenciada Rangel, una mujer de mediana edad, que reflejaba en sus rasgos una combinación del desapego que tienen los miembros de las familias del más rancio abolengo, con la solemnidad y acritud de una directora de escuela, miró los objetos mostrados sin reflejar entusiasmo alguno por ellos.
-¿Ustedes los hacen? ¿Esta figura es entonces de plastilina? ¿Que le ponen para que no se desbarate?-
Lentamente al principio pero ganando velocidad cada segundo, Aldo comprendió el escenario. No se encontraba ante una persona que viese los trabajos con capacidad de asombro y con el interés selectivo de un curador admirando una nueva remesa de cuadros para su galería. Se encontraba frente a la persona cincuenta mil que preguntaba como evitar que la plastilina pareciese plastilina.
Decidido a jugar una carta de sorpresa, Aldo accionó un interruptor oculto y cuatro luces disimuladas en la maqueta que daba sustento a la pequeña escultura, comenzaron a brillar dando un efecto de luces direccionales y que conferían teatralidad a la imagen. Edgar mientras tanto abría casi en coreografía con su compañero, algunas dagas que se encontraban ocultas en objetos labrados de madera.
-Yo hago estas figuras, Edgar, nuestro Herrero, ha realizado estas y muchas otras piezas que no hemos traído por su peso y su peligrosidad ya que son a tamaño real y los dibujos que aquí ve, son obra de Alfredo Silva. La plastilina tiene barniz poliéster que protege a los trabajos del polvo y hasta cierto grado del impacto y la temperatura. De hecho las hemos traído a pie desde la plaza de La Purísima.-
Ante lo último la Licenciada levantó una ceja y comenzaba a recuperar su inicial desinterés cuando se abrió su puerta y entro una mujer con algunos documentos a firmar. Sin voltear a ver a los visitantes, se acercó a su jefa y le dedicó varias frases con eficiente velocidad y en un tono casi inaudible. Dedicando una mirada despreciativa sobre los papeles mostrados, la Licenciada Rangel le respondió que no era necesario hacer nada ya que faltaban firmas y que esperaran a que se los requiriesen por los canales oficiales. Antes de retirarse fue retenida por una mirada de la Licenciada que le guió con la mano sobre la pequeña exposición que se llevaba a cabo en la mesa.
-Mira, ellos hacen estas figuritas- y le mostró con una sonrisa condescendiente la mujer blanca semidesnuda en plastilina.
Algo había en la presentación que parecía una broma entre ambas, una especie de conspiración pactada previamente. Con una mirada que denotaba su prisa por salir de la habitación y concluir el ciclo del papeleo, la mujer comentó algo sobre la imposibilidad de las formas sugerentes de la muñeca de plastilina. Dicho eso, salió de la habitación.
Al cerrarse la puerta, la sonrisa de la funcionaria se fue rehaciendo hasta compactarse en una línea que no dejaba escapar una expresión reconocible.
-Bien, díganme entonces que desean de nosotros- dijo sin que se alterara un sólo músculo del rostro.
Como un derrame de tinta en un blanco papel, se fueron nublando las expectativas de Aldo. No se encontraba frente a las autoridades culturales de Cancún que le habían recibido con entusiasmo y proyectos. Tampoco estaba siendo recibido con la caballerosidad y la elegancia del Licenciado Ramiro Estrada, Cronista de Apodaca. Se encontraba a merced de alguien para quien la Cultura y el Arte se circunscribían a formulismos y etiquetas sociales. Alguien que consideraba que una propuesta cultural debía provenir de algún afeminado Sampetrino ó de alguien que bajara cuadros coloridos e insondables de la cajuela de su ferrari.
El Herrero parecía absorto en algún recoveco de sus pensamientos mientras jugueteba con las pequeñas espadas, si la conversación llevaba alguna dirección, no daba muestras de percatarse de ello.
-Supongo que Consejo de Cultura ó Conarte tienen algún directorio de talleristas que ofrezcan sus servicios, en sus instalaciones, nos ayudaría que consideraran nuestra propuesta. De igual modo, nos ayudaría bastante que intercedieran con su directorio de museos y espacios de exhibición para poder mostrar nuestra obra...- Esto provocó que se alzara unos milímetros la ceja derecha de la licenciada y alargó un poco las comisuras de sus labios -...No somos improvisados, mi primera exposición fué hace 12 años en el Planetario Alfa y posteriormente expuse en El Palacio Municipal de Benito Juárez, la cabecera Municipal de Cancún Quintana Roo, recientemente en los festejos del 400 aniversario de la fundación de Monterrey, expuse en una muestra de 400 artistas regiomontanos.-
Bien podría haber estado recitando la promulgación de derechos humanos en el Politburó. Ó defendiendo la libertad de expresión ante el gobierno de la España Franquista, el gesto de la directora recuperaba con velocidad calculada su gelidez.
-Podrían ayudarnos a encontrar los mecanismos para sustentar en todo caso una instalación donde crear y acopiar obra y podríamos sustentarlo con nuestro trabajo dando clases para el Sistema de Cultura Estatal.-
Cuando Aldo guardó silencio, éste inundó la habitación.
-Nosotros tenemos ya asignados a todos los que dan talleres, en cuanto a financiarlos, no funciona así, pueden presentar una propuesta en las fechas de la convocatoria de Financiarte y en realidad no creemos mucho en apoyar agrupaciones de muchachos porque luego se pelean y se disuelven, muchas no viven ni el año.-
Por supuesto debió haberlo pensado. Acababa de pasar el concurso de edición de libros 1996 y una obra revisada varias veces, redactada al cabo de una decena de años había sido descartada del concurso no por obras mejores sino por nombres "mejor acomodados". Aldo asó cerca de un año desconociendo por completo el uso de paquetes de proceso de textos, revisando con ayuda de amigos y computadoras prestadas una obra en 5 secciones llamada "Las Hojas de Mi Álbum", en homenaje a la pasión por escribir de su abuelo materno, el Doctor Marcelino Tovar, ejemplo e inspiración de su vida.
Ya sabía para lo que servían las convocatorias en el Estado, para repartir entre amigos becas y premios.
Seguramente la propuesta de talleres que enviara a Financiarte perdería frente a una propuesta de algún Junior por grafitear bardas ó hacer algún taller insulso de expresión corporal.
-Correcto, entonces, le agradecemos su tiempo.-
Como impulsado por un resorte, el Herrero se levantó murmurando entre dientes un casi provinciano -GRACIAS- Ambos casi chocaron las manos extendiéndolas a la Licenciada quien les despidió dando un vistazo general a los múltiples objetos que poblaban todavía su escritorio y que fueron guardados con velocidad por los visitantes.
Cuando todo se encontró embalado en paquetes que más que contener obra artística parecían mercancías de algún mercadillo ambulante, ambos salieron.
Bajaron en silencio pero apresurados las resonantes escaleras mientras la actividad parecía proseguir con jóvenes subiendo y bajando cajas por las escaleras y depositándolas inseguros en diversas habitaciones.
Ya en el exterior, el sol era menos inclemente y una sensación de oxígeno fragante cargado de la frescura que debió acompañarles en la hora previa a la cita les reconfortó los pulmones.
No tenían para regresar en autobús a la Purísima. tendrían que desandar el camino a pie, pero cuando menos la perspectiva de hacer el recorrido cuesta abajo parecía más alentador.
-¿Qué opinas?- Preguntó Aldo sin esperanza de que el Herrero acostumbrado a rumiar sus cavilaciones le diera una opinión seria.
-No le interesa. Se aseguró de no dejar ninguna puerta abierta en la conversación.-
Así era.
No había sido una entrevista. Era un mecanismo gubernamental para dar atención a cualquier propuesta y asegurar con ello que ningún ciudadano pudiese alegar falta de oportunidades, pero iba acompañado de la garantía de que sólo se llevaría a cabo aquello que se encontrase previsto en el programa. Ó en los intereses de los funcionarios en turno.
De manera sorprendente, el Herrero no se limitó sólo a responder sino que contrario a su usual laconismo se aventuró a preguntar:
-¿Qué piensas hacer?-
Diez años afectado por el pésimo hábito de fumar, hicieron que nervioso buscara en un bolsillo un cigarro para tomar valor suficiente para responder. Aldo no era perfecto. Era mucho más que imperfecto, fumaba, estaba en proceso de un doloroso divorcio, tenía profundos trastornos del sueño y sus constantes depresiones se traducían en dos vertientes: dormir como vagabundo en cualquier rincón a cualquier hora y con un sueño tan pesado que no había poder humano que pudiese despertarlo hasta cubrir su cuota, o trabajar febrilmente días enteros sin aceptar sueño o alimento hasta quedar conforme con los resultados.
En el fondo Aldo deseaba que les hubiesen tomado la tutela del proyecto. Que quitaran de sus manos las expectativas y las responsabilidades y que solamente le dijeran donde ir a dar clases. Quería ser el seguidor de un gran líder que supiera exactamente la respuesta a cada escollo que les atorase. Quería que alguien más fuese quien dijera lo que se atoraba en su garganta.
-Por mi, se pueden ir a chingar a su madre cien veces. Si no les interesa apoyar nuestro proyecto, será muy bueno el de ellos (y no lo creo), Tenemos brazos y piernas, ya cumplimos con ofrecer a la autoridad el trabajar en conjunto, si no quieren, rentaremos algún localillo, lo pagaremos dando clases, vendiendo nuestros trabajos ó con mi sueldo de la funeraria y lo que se consiga.-
Lo había dicho. Había pronunciado las palabras que tanto temía. Ser agente libre y recibir aprobaciones ó rechazos era algo a lo que podía enfrentarse sin miedo, pero lo que decidiera en adelante determinaría los alcances y perspectivas de los otros que confiaban en el resultado de la entrevista a la que habían acudido. Y eso ya era diferente.
Casi medio cigarro consumido en una bocanada le dio el suficiente vértigo para culpar a la nicotina de lo que ocurría en realidad en sus entrañas.
Un lugar para que los muchachos pudiesen reunirse a producir arte y ofrecerlo a la gente y dar clases, estaba a punto de nacer y sin dinero, sin prestigio alguno, sin la más remota idea de cómo llevarlo a cabo, tendría que ser formado cuanto antes, ó le traicionaría su subconsciente y se replegaría en otra depresión para no volver a resurgir jamás.
Pero en el fondo sabía que no tenía opciones, diez muchachos que jugaban juegos de Rol y Mesa, así como jóvenes inquietos por dibujar y modelar plastilina les esperaban en Camelot para saber cómo les había ido. "El Vampiro", "Sam Bigotes", Sigifredo, Margarito, Bertha, "Boss", "Ehécatl" y los que ya tomaban clases con Aldo, Francisco y Daniel, Alejandra y Fernando, José Mahol y "Boba Fer".
Todos esperaban una respuesta. Ale, Fer, Paco y Dany eran niños de menos de 14 años. No podía defraudarlos.
Los demás eran adolescentes ó adultos jóvenes y ninguno había completado todavía su instrucción profesional.
Aldo tenía 26 años, casi 27, si sus decisiones arruinaban todavía aún más su vida, era un hecho de la diosa fortuna. Pero los demás tenían vidas brillantes por delante, no era ético decidir por todos.
-Hablaremos con la raza y les preguntaremos si quieren salir de Camelot y fundar una agrupación entre todos.-
Dicho esto la mirada ceñuda del Herrero se relajó y como respondiendo a un acuerdo telepático, ambos comenzaron a caminar, dejando atrás los escalones del Obispado.
Caminando ligero con la gravedad a su favor, todavía recordó la sentencia de Alejandra Rangel:
"Las agrupaciones de muchachos porque luego se pelean y se disuelven, muchas no viven ni el año."
-Ya veremos cuanto vive la nuestra- Murmuró mientras mantenía el paso casi mecánico del Herrero.
Camelot era una casa de comics enclavada en el centro de una ex-hacienda en la esquina de las calles Hidalgo y Aldama.
Los propietarios, los Hermanos Chapa, Juan y Rodolfo eran entusiastas de los comics y de los juegos de Rol y de Mesa.
Entre su clientela habían establecido una planta regular de 10 a 50 jugadores que se reunían con toda la regularidad que las clases y el bolsillo les permitían.
Negociaban toda clase de mercancías relativas al comic la fantasía y la ficción y aunque no podía decirse que cada trato realizado fuese el más justo, ninguna casa de comics de 1996 en Monterrey tenía la mejor de las famas. Algunos vendían demasiado caro, otros eran incumplidos con las fechas de entrega, los más eran coleccionistas que ofrecían a la venta sólo aquellas mercancías que les gustaban y por ello su surtido no era precisamente diverso. Muchas se encontraban en lugares inaccesibles del área metropolitana y otras solamente eran la fachada modificada de una casa familiar donde el giro se diversificaba al comercio porque el propietario no podía independizar el costo de la renta de un local comercial.
Los parroquianos habituales de Camelot gustaban del animé y el manga, sostenían largas discusiones acerca de las configuraciones de Mechas y los atributos de personajes de juegos de rol como Elfos, Magos y Kenders.
Al salir del tribunal de lo familiar de la primera junta de avenimiento Aldo sintió que se desplomaba el alto edificio sobre su persona. Se encontraba vacío y dolido. Casi siete años de su vida, sosteniendo la farsa de un matrimonio donde sólo él consideraba importante la frase de: "Hasta que la muerte os separe".
Abatido por la inevitabilidad de la circunstancia deambuló por las calles del centro de Monterrey. En cada esquina había parejas tomadas de la mano, besándose, conversando. Se encontraba destruido. Destruido como la noche que veía en televisión un capítulo del "Crucero del Amor" en 1977 con sus padres y advirtió que las miradas de ellos ya eran abiertamente hostiles. Que durante los comerciales apareció una maravilla de anuncio que invitaba a galaxias lejanas con alienígenas de todos los mundos, en donde un gigante vestido de negro esgrimía una espada que refulgía como si toda estuviese formada de láser. Sus ojos se quedaron prendados de cada imagen que vieron, de las naves de las armaduras, de los brillantes robots. Pero al concluir el anuncio volvió a aterrizar en la mesa del comedor con muebles de fibra de vidrio en caprichosas formas de esferas.
El comedor donde sus padres habían comenzado a divorciarse. Era obvio. Palabras duras, reclamos al calor del alcohol, noches de emergencias saliendo de casa con una muda y a dormir en casa de los "tíos". Cuando un año después la película anunciada en cadena Nacional al fin arribó a Monterrey, Aldo sabía que la palabra divorcio ocupaba el número 1 del "hit parade" hogareño. Poco después, una noche, sus padres le llamaron aparte. Su hermano René, dormía plácido el sueño de los bebés entre rizos suaves y brillantes. Los padres le explicaron que se iban a divorciar, que no era culpa de él... que bla, bla, bla, la retahíla de tonterías que los adultos suelen usar para amortiguar un golpe mortal. Finalmente le preguntaron que con quien deseaba irse. Que su hermano, el bebé por naturaleza debería estar con la madre pero que él y sólo él podía decidir con quien estar. Le había costado una vida restañar la herida del divorcio y ahora acababa de comparecer ante un juez para buscar cualquier grieta, cualquier posibilidad de detener al dragón que le engullía. El divorcio es para los ineptos. Es para quienes son tan malas personas que no se detienen a pensar que arruinan vidas con su egoísmo y falta de disciplina.
El divorcio le estaba matando... Y apenas comenzaba el proceso legal.
Como herido por un arma invisible se tambaleaba por calles que en otro tiempo se le habrían antojado peligrosas pero que ése día, ése día precisamente él era más peligroso que cualquier ladrón de mala cuna. Sentía dolor y sentía como se le escapaba la vida, pero también sentía rabia, y sentía un odio feroz a todas las mentiras de la vida. A los dioses que pedían buen comportamiento y ofrecían vidas eternas, a las mujeres que ofrecían amores y luego se marchaban sin mirar atrás, a los gobernadores que robaban a sus anchas y luego avisaban que se iban de permiso indefinido. Sólo a él no se le había permitido tomarse una vacación, un permiso para ser feliz y luego volver a la batalla. Veintiséis años de luchar por sobrevivir en un mundo que le hería con saña cada que se detuviese a tomar respiro.
Una imagen de un hombre lobo y un escudo con dos espadas entrecruzadas le hicieron detenerse. CAMELOT
Un lugar que contrastaba con el giro de refaccionarias y cantinas que florecían en cualquier dirección en el centro.
Allí conoció a los hermanos Chapa. Allí conoció a los jóvenes que ahora había representado ante la autoridad cultural del Estado.
Al paso de unos meses, Camelot se mudó del lugar donde Aldo les conoció hacia su actual proximidad con la Plaza de La Purísima.
Fue al paso de esos meses que pudo socavar parte de su dolor con la amistad creciente con ésos jóvenes, que inteligentes y creativos, no tenían una idea de los alcances que sus talentos podrían tener en un mundo civilizado.
Pero.
Monterrey ha aspirado a todo menos a alcanzar la verdadera civilización.
Su sistema de castas heredado de las doce familias de prestigio y abolengo, siempre ha tenido la previsión de mantener suficiente cerveza y fútbol en las calles para evitar que alguien decida reformar su sociedad hacia una menos hipócrita y con posibilidades de alcanzar una verdadera democracia.
Ahora se encontraban Aldo y el Herrero en medio del "consejo".
Los miembros del Club de Juegos de Rol de CAMELOT habían escuchado el resultado de la entrevista con Alejandra Rangel y deliberaban si permanecer en el cobijo de CAMELOT ó apoyar la idea de crear una agrupación aparte. El resultado de las discusiones fue centrado y no todos estuvieron de acuerdo en separarse para ir en pos de abrir un nuevo lugar. Fue bueno ya que para muchos no se trataba de cambiar blanco por negro. Otros tenían sus motivos para apoyar la separación, ahora lo importante era definir como se sostendría el nuevo lugar, que formato tendría, quién lo dirigiría y más importante aún: como habría de llamarse.
Como cualquier cosa decidida por gente afecta a los temas fantásticos se sugirieron nombres de todos los conceptos medievales, esotéricos, acrónimos y de cine. Entre todas la voces cobró fuerza la de "Ehécatl" que dijo: -Crom-
Crom como la deidad de Robert E. Howard en el mundo de Conan el Bárbaro.
Sin embargo en medio del barullo lo que Aldo interpretó fue CRONOS. El Padre de Zeus. El que lo había intentado devorar y por engaño de su esposa había tragado una piedra. El que había conseguido sobrevivir hasta nuestros días como referencia constante al tiempo.
Tiempo.
Tiempo era lo que Aldo había descubierto en su vida como la única cura innegable para cualquier mal. Saber administrarlo equivalía a tornar el plomo en oro.
Tiempo de Todo era otorgar un espacio al estudio, otro al trabajo, uno más al descanso, y tal vez alguno más a desarrollar la habilidad de matar al dragón que le había atormentado toda su existencia:
"La muerte del Amor."
CRONOS Tiempo de Todo! fue el nombre que Aldo le pidió a Héctor su amigo y maestro de diseño y cómputo que le ayudara a solidificar en un diseño.
Tenía que llevar la runa de Gandalf del Señor de los Anillos, obra de J. R. R. Tolkien. Así se rendiría homenaje a la devoción por la fantasía que cada uno de los iniciadores rendía. Llevaría tres puntos dispuestos como pirámide para honrar la formación masónica que Aldo recibió en su juventud. Pero Héctor, tomando una plantilla en photoshop de un diseño reciente, agregó un círculo que no se cerraba por completo y junto con él, un punto más que marcaba la forma de un reloj. Así se formaba un Oroboros, ó la serpiente que se muerde la cola que representa el tiempo.
Esto completó el logotipo que definió a CRONOS Tiempo de Todo! los primeros diez años.
Ahora era necesario buscar un local accesible a la renta y que pudiese dar cabida a las tres metas de la agrupación:
Exponer Artes. Enseñar y ofrecer esparcimiento y evitar con ello el ocio quien es el verdadero asesino del tiempo.
Benjamín Clariond era gobernador interino, Ernesto Zedillo era presidente de la república, la cinta El día de la independencia acababa de demostrar que todavía se podía realizar cine grandilocuente de ciencia ficción, Jareth, primer hijo de Aldo, tenía cuatro años de edad.
Como los peldaños de la escalera del Obispado, podía verse el horizonte desde abajo, pero no podía asegurarse que el destino estuviese cláramente a la vista.
Este relato es el primero de veinte episodios en los que se cuenta la Historia de:
CRONOS Tiempo de Todo!
Arte Enseñanza Esparcimiento
"Ab insomne non custita dracone"
Aldo Rodrigo Sánchez Tovar
aldocid@hotmail.com
818 206 31 74
Privada Miguel Filomeno Martínez No. 554 Centro Monterrey.
www.facebook.com/Aldo.Rodrigo.Sanchez.Tovar
http://tiempo-de-todo.blogspot.com/
http://www.myspace.com/aldotovar
http://aldocid.wordpress.com/
http://es.netlog.com/KameSeninSan/blog
Comments