15 de Marzo de 2013. El Dragón en la Obscuridad. Por Aldo Rodrigo Sánchez Tovar
La luz mortecina que se cuela en la habitación me permite el placer culpable de admirar la belleza de su faz.
Sigo con mis dedos retorcidos y nudosos el suave contorno de su rostro.
Demasiado lento para evitar despertarle, vuelvo a trazar la línea hermosa de su nariz, su frente delicada. Rozo sus párpados sin que sepa que si éste insomnio que me devora es el preámbulo de entrar a la conciencia de que mis veranos comienzan a escasear, quiero grabar en mis manos cada centímetro de su piel, guardar en mis manos toscas que siempre fueron tan prestas a romper y destruir, toda la belleza del semblante del amor de mi vida.
Quizás cada cosa ocurre acorde a un itinerario que desconozco pero que comienzo a sospechar.
En otros años, tenía tanta prisa, tanta ansiedad, buscaba con tantas ganas el arribar, el alcanzar, el llegar.
Y mucho de lo que soñé, ocurrió.
Ocurrió también mucho, muy por encima de lo que soñé jamás.
Y algunas cosas, curiosamente, las deseé tanto que en algún momento sin darme cuenta, dejaron de importar.
Ahora me duele cada hueso, cada músculo lo tensé y lo obligué más allá de su resistencia natural al paso de los años.
Respiro y lamento no haber agradecido el privilegio de haberlo hecho todos estos años.
Mezclado con las sombras, camino hasta donde duerme mi hijo, duerme tan frágil. Tras sus párpados existe la inquietud por probar unas alas que todavía no le han nacido aún.
Ya las usará, aunque yo me extinga, ya terminé de servir la mesa, todo lo que me influenció, lo que sorprendió a mi abuelo cincuenta años atrás, profánamente ya he conjurado al tiempo y le he reservado la cava secreta donde guardo ésas memorias, los libros que educaron a mis ancestros, los que me abrieron los ojos al mundo, las melodías que pusieron a danzar a mis musas.
Todo, todo ya está llegando a la conjunción perfecta, en ésta ecuación, cada variable ha sido despejada y el resultado en toda su simplicidad se asoma al final de la pizarra.
Usé diferentes sombreros en esta aventura, siempre me agradó mi boina militar, la que advertía mi carácter belicoso, pero no niego que cada uno de los otros me hizo sentir cómodo.
Fuí un hombre de aviación, desde hacer reservaciones, vender boletos, documentar pasajeros y señalar las instrucciones de aproximación y despegue, viví con intensidad y responsabilidad mi papel.
Como funerario fuí empático, siempre supe que la mesura de cada gesto, cada palabra, eran vitales para hacer que miles de personas se despidieran en paz en el duro tránsito de la vida.
En la sala de embalsamamiento, honré la memoria de mi abuelo teniendo respeto a cada célula, a cada tejido.
Luché contra el efecto de la muerte por años que ensombrecieron mi espíritu, que desgastaron mi sonrisa hasta dejarme la rara expresión que trato de emular para volver a mezclarme con aquellos que no han tenido que vivir día a día con los horrores de la muerte.
Mi abuelo escribió alguna vez un relato llamado "Médico y artista".
Lamento no haber sido ni lo uno ni lo otro.
No tuve la disciplina de convertirme en un médico y contrario a la apreciación de muchos, he trabajado toda una vida enfocado a las artes, pero prefiero morir sin encimarme letreros vanos.
He realizado esculturas, mas no soy escultor.
He redactado mucho, mas no soy escritor.
He pintado y dibujado pero jamás nadie me recordará como dibujante o pintor.
He cantado a reventar pulmón porque la música dentro de mí, así me lo ha exigido, pero Dios me libre, jamás fuí artista de la música.
Hice maquillajes, actué, dirigí y por respeto a los titanes de la radio que me confiaron sus secretos, he hecho un papel decente con mi voz frente a los micrófonos toda la vida.
Pero ahora el tren se ha detenido.
Ya no escucho traqueteo de metales ni el siseo de maquinarias.
Ahora la calma de la noche me deja mirando mi último sombrero.
Elegí enseñar, transmitir lo que sé antes de que un accidente cósmico cercene éste último afán.
Y lo he hecho con candor y alegría.
No me gusta señalar tanto el error como tomar la mano de mi aprendiz, llevarlo a la cima a contemplar el panorama y permitirle contar por sí mismo y rectificar la cifra.
Éste último sombrero es el más gastado y el que siento más a mi gusto.
Creo que lo representa mi boina militar, no me he dedicado tanto a dar clases como a librar batallas que dejaron muchos muertos y mucha culpa en mi semblante.
Pero las victorias.
Ver a mis alumnos pararse orgullosos, ya dueños de sus destinos, ya graduados en mi corazón...
Eso ha sido lo que le ha dado valor a esta jornada.
Alguna vez desafié a los vientos, a los tiempos.
Ya no desafío.
Al bajarme del tren, he sentido suave el crujir de la grava bajo mis pies, quiero descalzarme, caminar sin prisa ni premura.
Quiero tan sólo seguir sintiendo el suave rostro de mi mujer en mis manos.
A lo lejos, el cielo estrellado me recuerda lo inmensa que parecía la vida cuando comencé mi recorrido.
Ahora todo es tan relativo, sigo siendo un grano de arena en la inmensidad del desierto.
Entre la muchedumbre soy otro rostro tan olvidable como indiferente.
Pero en mi memoria quedan argentinos, los destellos de cada momento luminoso.
Ojalá el dolor pase pronto, ojalá las molestias del cuerpo se desdibujen como la vida ha desdibujado todo lo demás.
Que vayan perdiéndose los ecos de las tormentas, de los aplausos, de los gritos y de los gentíos.
Que quedemos mi silencio y yo para jugarnos otra partida de ajedrez como hace cuarenta y cuatro años en la incubadora donde sólo yo estaba seguro que respirar una vez más, valía la pena.
Qué mágico resulta poder decirle a mi silencio lo mucho que le aprecio.
Hicimos todo para separarnos y al fin la vida nos reúne de nuevo.
Regreso sin hacer tanto alboroto a la cama.
Con un suspiro aliviador, Coral se da la vuelta y me abraza, porque aún dormida creo que sabe que antes de cerrar los ojos hoy, para despertar mañana o nunca despertar jamás, siempre necesitaré de su cariño.
Aquí sigo, en la cueva del Dragón, con tanto fuego adentro.
Mientras el mundo progresa pensando que los dragones son leyendas contadas por viejos supersticiosos.
Buena semana.
Arde mi corazón
Lucha Siempre
Delante del hierro
Ojos venideros...
Sabrán la Historia.
Hacerlas simplemente bien para llenar el requisito.
o
Buscar hacerlas extraordinariamente.
Es elección de cada uno.
Aldo Rodrigo Sánchez Tovar
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