El Dragón y el viento negro.Por Aldo Sánchez de CRONOS Tiempo de Todo!

El Dragón y el viento negro"
Te das cuenta de cuales son la prioridades de tu vida cuando andas sin un centavo por la calle y quisieras que aquello por lo que trabajas tanto, te llegara a permitir el comprar la blusa que tu esposa se detuvo tres veces a ver y no te dijo nada y el juguete que no permites que tu hijo vea para que no te lo pida.

Es viernes, es día de muchas posibilidades.
Todo radica en dar cada paso con visión de largo plazo.
Un largo plazo que generalmente los demás, incluso los más cercanos y reflexivos, no alcanzan a vislumbrar.

Hace unos días me percaté que algunas personas a quienes quiero mucho, pasaban por una tribulación, por un reto que les causaba honda desesperación y tristeza.

En el muro de cada una, procuré dejarles un mensaje de aliento, pero fiel a mi costumbre de no invadir sin ser llamado, sólo comenté cosas sin hacer público que estaba enterado de la naturaleza de su problema.

Sin embargo, visitando los pensamientos de muchos otros, ví que ya eran muchos los que sufrían de problemas emocionales, afectivos y de carácter inevitable como la muerte.

Hice mi mejor esfuerzo por repartir aquí y allá, ánimo y buen humor. Pero seguí encontrando desaliento y tristeza.

Cuando llegó mi esposa, le conté que hace muchos años, mi padre vió una película mexicana conmigo llamada Viento Negro.

Le comenté que al terminar la película que obviamente era un dramón marca diablo, mi padre me dijo que el fenómeno del Viento Negro era normal en algunas zonas desérticas del mundo, en algunas partes por la geografía y composición de la arena, era más violento que en otros lugares y que en Sonora era ya común desde hace siglos, que existían ráfagas de viento que llevaban consigo arena y que si atrapaban a incautos en el desierto les cegaban, les asfixiaban y que incluso por la fuerza abrasiva de la arena podían descarnar a sus víctimas hasta dejarlas en los huesos.

Con los años, mi padre ya no estuvo conmigo. Siguiendo su espíritu comenzé a viajar y contemplé las maravillas y los terrores que me contó, con mis propios ojos. Vi víboras cuatro narices en selvas, cuyo veneno mata en segundos, me maravillaron y reconfortaron los ojos, las inmensidades de los desiertos mexicanos que alguna vez fueron lechos marinos. Comí delicias de toda mi república, aprendí a amar el acento de cada oriente de mi Nación.
Y presencié (de lejos y con gente experimentada, el fenómeno del viento negro), es como ver el mar en tormenta, es imponente y terrible, pero hermoso en su naturaleza tan ajena a la vida del habitante de ciudad.

Un espectáculo formidable. Y educativo también.

Le dije a mi esposa que la vida tiene rachas, algo así como el viento negro que cruza por determinados tiempos y lugares y que asfixia y mata a todos aquellos que no saben respetar el poder desmesurado de nuestra naturaleza.

Que muchas personas alrededor nuestro estaban solitarias, confundidas, tristes, engañadas o incluso muertas.

Que no podíamos simplemente salir de casa y darle corazón a quien tuviera uno roto, que no podíamos darle confianza a quien la hubiese visto defraudada y menos soplar vida en aquellos que la perdieron.
Pero que en medio de la tormenta, nos teníamos marido y esposa, hijo y hasta nuestra gata, como un núcleo fuerte, una unidad que podía estar firme y protegida en lo más terrible del viento negro y desde nuestro refugio llamar y buscar a los viajeros perdidos, a aquellos que pudiesen orientarse con nuestra minúscula luz.

Quizás nosotros tenemos mucho menos que aquellos a quienes veo tan contrariados, no gozo ni de la salud, ni los recursos ni la juventud de muchos que veo tan lastimados.

Pero vivo en paz. Con la paz que me confiere saber que en mis infinitas limitaciones, nunca me ha doblegado la vida a actuar alevósamente o por el placer de hacerle la vida desdichada a alguien.

Mi esposa y yo veremos próximamente una película mexicana de David Reynoso. Tal vez no sea tan glamoroso como asistir a la premier de los Avengers, pero
Tomado de la mano de mi esposa...
¿Quién necesita esas vanidades?

Buen viernes a los pocos que me lean.

A mi hermano René, le dedico esta entrada, ahora que su vida le lleva ya por los caminos de la verdadera iluminación.
Necesito dormir. Mi batería personal ya no se recarga tan fácilmente.
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