El OFICIO del Dragón. Por Aldo Rodrigo Sánchez Tovar

Bien y casi para terminar mis actividades de hoy, les dejo el cuento que me hizo el honor de mandar para publicación en la revista OFICIO del maestro Arnulfo Vigil.
 

Por los días en los que me fué encargado andaba muy, muy ocupado y pensé en una narración sencilla y con remate divertido (para mí) no se trata de "El Centinela" de Arthur C. Clarke, pero siempre es un honor escribir ante la maravillosa cortesía de los amigos. Fui invitado a participar nada menos que por Fernando Galaviz Yeverino)
Además quise hacer algo con tema contemporáneo porque es común que la Ciencia Ficción apunte tan lejos que a veces es difícil encuadrarla en un contexto histórico.

A ver que les parece y si quieren tenerlo en físico busquen en el Café Nuevo Brasil y en la recepción de la Casa de la Cultura de Monterrey algún ejemplar, ya que no sólo viene éste cuento sino narrativa de los mejores autores del Estado.

(Si ven más de un ejemplar no sean malos y guarden uno para mi.)


Solo rocas y polvo.

Por quinta vez miró la pantalla.
Ciertamente no se trataba de actividad meteórica ni llamaradas solares.
Los instrumentos eran comprobados tres veces antes del ocaso y eran calibrados seis veces cada estación.
Desde que había entrado al programa de observador de los cielos, siempre había sido la misma rutina. Ruidos que podrían ser catalogados como producto de una civilización inteligente, hasta que cesaban sin motivos aparentes.
En otros momentos, los instrumentos delataban gran actividad fuera de la atmósfera para terminar siendo siempre fenómenos astronómicos perfectamente explicables.
Sus superiores siempre habían mostrado conformes con su dedicación y entrega a sus labores.
Claro, eso no excluía que él soñara despierto con ser el primero en avisar de un posible encuentro con una civilización de otro mundo.
Pero del mero sueño a lo que tenía frente a si en la pantalla, había una grave consideración:
¿Qué tal si daba aviso prematuramente y pasaba a formar parte de la chusma de entusiastas de los objetos voladores no identificados?
¿Le dirían sus superiores que era un agente diligente por andar sonando la
alarma a cada rato?
Y por otro lado... Si se guardaba información clasificada y resultaba en un verdadero avistamiento, quedaría marcado como incompetente al no ejecutar correctamente la tarea que se le había encomendado.
La tensión, la inevitable tensión de tomar una decisión que se le antojaba negativa, eligiera lo que eligiera.
Tomando valor de la nada, abrió la comunicación interna.
-Señor, será mejor que venga. Al parecer hay algo ahí arriba.
Silencio al otro lado.
-¿Está usted seguro?
La voz era fría, pero no sonaba todavía severa.
-Lo he comprobado varias veces, conforme al procedimiento.
Lo que ocurrió a continuación era inevitable, varios operadores enfocaron sus sistemas de rastreo en las coordenadas de su consola, muchos equipos móviles fueron transportados hacia terminales sin uso y fueron ocupadas por técnicos y científicos que rara vez se aparecían en ése lugar.
Transcurridas unas horas, las mediciones de telemetría y otras, arrojaron datos fidedignos.
Un objeto metálico se dirigía intencionalmente hacia la órbita y buscaba el ángulo correcto de ingreso.
Sonaron alarmas mientras llegaban nuevos ocupantes a la sala, ya no eran científicos, se trataba de los encargados de seguridad y milicia.
Tras muchas consultas y discusiones se resolvió ubicar la zona de descenso y destinar una comisión científica y militar para el contacto con los visitantes.
En realidad buscar señales de vida inteligente en una consola era un modo poco comprometido de hacer investigación, pero ir al lugar se le antojaba peligroso y emocionante a la vez. No era que tuviese nada que temer, como era lógico no irían solo picados por la curiosidad científica, la elite de la presencia militar estaría flanqueando a los investigadores.

Una despejada llanura aguardaba al febril ejercito de operarios que alistaron en tiempo record, balizas de señalización para ayudar a los visitantes a posarse en un espacio más controlado, sofisticados equipos de comunicación que ayudarían a hacer menos preocupante la necesidad de establecer un lenguaje común... y por supuesto toda suerte de armamento disimuladamente posicionado entre cabinas de control portátiles para los equipos científicos y de bienvenida.
Con todo, el vehículo de los visitantes debía ser descomunal dadas las lecturas recibidas, pero como siempre se imponía el pensamiento de los científicos de que las formas de vida en el universo deberían mantener proporciones relativamente similares.

Cualquier duda o pregunta que tuviera la civilización visitante podría ser resuelta por medio de un entrenado equipo de embajadores de buena voluntad.

Llegado el momento, entre rojos matices, la nave apareció en el firmamento.
Un ruido atronador sacudió cada roca a distancias impensables.
Pesadamente el vehículo se posó no demasiado lejos de las marcas provistas por el personal militar. Quizás los recién llegados no las supieron interpretar o deliberadamente las ignoraron. Pensar lo segundo resultaba lógico y tranquilizador en cierto modo.
Posiblemente instrumentos muy avanzados en la nave habían advertido la presencia de armas y por un deseo universal de paz, habían evitado una aproximación que pudiese poner en riesgo un encuentro amigable. Después de todo no era para confundirse, si estaban llegando abiertamente al planeta, era porque ya les habrían visitado y les conocían, y comprendiendo lenguaje y costumbres, la postura visitante era la de evitar una proximidad desagradable.
Una parte del extraño vehículo se separó dejando bajar con un arnés una máquina descomunal.

El tiempo comenzó a antojarse incómodo, no se abrían portillas o esclusas notorias ni parecía salir de la mole metálica, forma alguna de comunicación.

Una consulta entre el mando militar optó por que se acercara una comisión de bienvenida y reconocimiento.

La nave era doscientas veces más alta que la estructura más prominente científica o militar, seguramente los visitantes estarían arribando en cantidades importantes.
Ojalá fueran exploradores de mundos y no conquistadores o mercenarios saqueadores de civilizaciones.

El equipo de bienvenida apenas recorrió la mitad del camino con la nave cuando un repentino ruido casi ensordeció a todos, parecía como que el vehículo estuviese partiéndose en dos o se estuviera desplomando un costado del mismo.

Provista de algún sistema de propulsión inimaginable una montaña de metal se desplazó fuera de la zona de descenso.
A su movimiento, todos los presentes comenzaron a percibir un malestar creciente aunado al miedo que inspiraba el maquinal movimiento del vehículo (si es que lo era).

Una extraña emanación de la nave visitante, fue evidente pero ya demasiado tarde para tomar medidas, nadie pudo hacer sonar una alarma cuando el vehículo desviadamente aplastó el convoy de embajadores, cada ser viviente comenzó a percibir un cosquilleo que eventualmente le llevó a la parálisis y muerte.

El controlador que descubrió la nave se había salvado por una breve distancia de ser arrollado por las gigantescas ruedas del vehículo explorador.
En un estertor de muerte, infectado por la extraña energía que emanaba de la maquinaria extranjera se percató de unas inmensas marcas que tenía la nave visitante.
De conocer el lenguaje habría podido leer:

Curiosity.

A millones de kilómetros de distancia, los controladores de tierra obtenían toda suerte de lecturas de su vehículo explorador en Marte.

Solo rocas y polvo, es todo lo interesante que nos ofrece el planeta rojo.

Aldo Rodrigo Sánchez Tovar
Fundador de CRONOS Tiempo de Todo!
 
Aquí sigo, en la cueva del Dragón, con tanto fuego adentro.
Mientras el mundo progresa pensando que los dragones son leyendas contadas por viejos supersticiosos.
Buen miércoles.

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